martes, 18 de marzo de 2008

Por la salida dialogada, el intercambio humanitario y la paz de Colombia


Las profundas contradicciones de clase en Colombia, han sumido al país, por más de sesenta años, luego del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, en una guerra de despojo, que ha desplazado más de tres millones de personas, desintegrado a las organizaciones sociales, exterminado movimientos políticos contrarios al bipartidismo. Ha llenado de fosas comunes el territorio nacional, ha convertido al Estado en un dispositivo de muerte favorable a los intereses de las clases dominantes, las transnacionales y el imperio norteamericano.

Esa guerra en la cual el campesinado y los sectores populares colombianos han recibido toda la virulencia del establecimiento, empezó a quebrar su constante histórica: la de ser un conflicto interno. Para que luego de los acontecimientos del sábado 1 de marzo desbordara las fronteras e implicara a todo el continente y al resto de la humanidad, en una situación que hoy supera la ideologizada política de lucha contra el terrorismo, esgrimida por el gobierno de Álvaro Uribe en su confrontación anti insurgente, para pasar a develar el tono expansionista e injerencista impuesto por los Estados Unidos y desarrollado por el Estado colombiano. Contra los procesos de cambio revolucionario y democrático que se vive en nuestros países hermanos de Ecuador y Venezuela. Ambos involucrados en la lucha por construir una nueva sociedad que supere al neoliberalismo y sea capaz de llevar "la mayor suma de felicidad posible" a las mayorías populares de esos países.

Consecuencias de la invasión a la soberanía del territorio ecuatoriano

Las reacciones de los países agredidos han mostrado la magnitud del conflicto y la capacidad desestabilizadora que posee la oligarquía colombiana, cuando se trata de servirle, como trampolín, al imperialismo, para impedir los cambios en los países vecinos.

La ruptura de las relaciones diplomáticas con los dos mayores socios comerciales del país afectará el empleo. Tal situación implicará rápidamente una afectación en los intercambios comerciales que benefician fundamentalmente a Colombia, lo cual hizo ya manifestar a un sector de exportadores risaraldenses, al alcalde de Bogotá y al gobernador de Cundinamarca, su preocupación por los acontecimientos efectuados por el militarismo colombiano, contra la patria de Manuelita Sáenz.

La violación cometida contra la soberanía ecuatoriana develó el aislamiento político en el cual se haya el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, lo que permitió exigir a Correa en el Perú que "se sancione al agresor del Ecuador" y que se creara una fuerza multilateral para vigilar las zonas de frontera implicadas.

La mayor militarización de unas zonas que fundamentalmente han sido lugares de hermanamiento entre los pobladores de los tres países, se pone al rojo vivo y alertan sobre las posibles implicaciones que tendría otra aventura guerrerista del gobierno colombiano, sobre todo cuando se conoce que la intención de Uribe-Bush es desestabilizar la región.

La unanimidad mentirosa que expresan los medios de comunicación en Colombia a favor de la acción bandidesca cometida por el gobierno, en contra de Venezuela y Ecuador, es bastante peligrosa porque: azuzan a los colombianos a un conflicto del orden internacional, del cual no se conocen cuales podrían ser sus repercusiones y, terminaríamos a favor de la política invasora de los Estados Unidos, contra los pueblos que han decidido desarrollar su segunda independencia.

En la globalización todo está unido por redes financieras, económicas, políticas y culturales, lo cual muestra que el calentamiento de la triple frontera empezó a repercutir en el sistema financiero local, produciendo una caída en la bolsa de valores del 2% en los primeros días, después de la agresión contra Ecuador. Esa caída afectó principalmente las acciones de las empresas que tienen parte de sus activos involucrados con las economías de aquellos dos países.

Ateniéndonos a que Venezuela posee las mayores reservas petroleras del mundo; que Ecuador hace poco ingresó a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y que ambos están promoviendo transformaciones sociales profundas que excluyen la injerencia de los Estados Unidos, es importante recavar que las continuas alzas en el precio del petróleo también se afectarán y que por ende los precios de los alimentos seguirán disparados en el país por cuenta de esa invasión a la soberanía del Ecuador, impulsada por Álvaro Uribe. Pues la OPEP responde en defensa de uno de sus principales socios.

El llamado es a la salida dialogada y a la paz.

El momento histórico por el cual atravesamos los colombianos, debe corresponder con la grandeza de un pueblo que ha padecido la constante agresión del terrorismo de Estado, que ha visto frustradas sus aspiraciones políticas con el magnicidio de Gaitán, de Jaime Pardo Leal, de Luís Carlos Galán, de Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro, Manuel Cepeda, Jaime Garzón y las miles de víctimas descuartizadas, desaparecidas, torturadas, desterradas, encarceladas, reprimidas y empobrecidas por este monstruo capitalista que sigue haciendo chorrear sangre por los poros a millones de seres humanos en nuestro país.

Los colombianos debemos unirnos al coro de la paz, al coro de la salida dialogada a esta guerra que no tiene final, mientras los poderosos sigan enriqueciéndose con la parafernalia del antiterrorismo, con los jugosos negocios que dejan las tierras de los desplazados, con el narcotráfico y el tráfico de armas, con la venta del patrimonio público que ha dejado en la calle a cantidades de obreros. Esa guerra que tiene a la mayoría de la sociedad en el mayor empobrecimiento de la historia.

Los colombianos no debemos atender a los medios de comunicación masiva que sólo han envenenado nuestras mentes porque ellos también se benefician de la guerra, pues son parte de los "dueños del país".

No debemos atender el cuento de los computadores encontrados a Reyes, puesto que no son más que cortinas de humo e instrumentos utilizados para atizar más la confrontación con los vecinos, para avocarnos a un odio inútil contra Hugo Chávez, que no es más que el odio de los poderosos contra lo que éste significa para los cambios en la humanidad.

Si aceptamos las cortinas de humo, como los computadores, de pronto aparecen reseñados parlamentarios y personalidades nacionales, lo cual sea un argumento para llamar a un cierre del parlamento, clausurar las pocas garantías constitucionales y conformar una dictadura o tal vez se propicie, con aceptación ingenua de parte de la población, la segunda reelección y sin duda una avanzada para la recolonización de América latina bajo el auge de la reincorporación de la doctrina Monroe incentivada por los Estados Unidos.

Tampoco debemos sumirnos en el debate que abrió la posible demanda que entablará el gobierno contra Chávez ante la corte penal internacional, nada más ingenuo y otra cortina que intenta tapar la verdad de la situación, puesto que si de eso se tratara, el problema del genocidio contra la Unión Patriótica y contra el campesinado y el movimiento sindical, quien respondería en la corte sería Uribe, pues éste fue columna medular en la legalización del paramilitarismo en Colombia, con las mal llamadas CONVIVIR.

Es la hora que los colombianos abandonemos la indiferencia y entendamos que lo que ocurre en el poder es lo que define nuestras vidas, sea para la paz o para la guerra en la cual ya estamos sumidos y debemos superar con la unidad y la movilización en favor de los cambios democráticos que requiere el país y el más importante es el diálogo par la paz, cuando los de arriba están haciendo sonar los ruidosos truenos de la guerra.

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