martes, 21 de agosto de 2007

Sí hay quinto malo


Editorial ] Entre agosto de 2006 y agosto de 2007 la insípida administración Uribe adquirió un sabor amargo. En una situación sólo comparable con la de Ernesto Samper –aunque mucho más grave– la seguidilla de escándalos ha obligado al popular gobernante a mantenerse a la defensiva y a dar explicaciones que no corresponden a todo un presidente de la República. Uribe ha sido el único mandatario de este país que en cada intervención tiene que reiterar que trabaja con honorabilidad y transparencia, como si eso no se diera por descontado en alguien que ocupa tan alta dignidad.Nunca antes un presidente había tenido que dar –dentro y fuera del país– tantas explicaciones sobre su conducta, la de su familia y la de sus amigos personales o la de sus aliados políticos. Ningún presidente en la historia de Colombia había horadado tanto la institución presidencial como lo ha hecho Uribe, sobre todo en los últimos doce meses.Y no es que Uribe haya cambiado; no. Lo que pasa es que en el último año lo hemos podido ver como el político ambicioso que siempre ha sido, capaz de todo para mantenerse en el poder. Perseverante y trabajador, dirán unos. Indigno, creemos otros


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